Apenas puso un pie en el aeropuerto de Barcelona-El Prat, sabía lo que se le venía encima. Un cúmulo de emociones, escalofríos, sonrisas y muecas de expectación modificaban el semblante de su rostro conforme avanzaba hacia el mostrador de facturación.
“Disculpe, ¿pasillo o ventanilla?” Hacía mucho que no le hacían a Nuria esa pregunta, quien, sorprendida por tener que decidir algo en mitad de su obnubilación, apostó por arrinconarse en el aeroplano y poder centrarse en el trabajo que la llevaba a París.
Por delante, 1 hora y 40 minutos de vuelo y una maleta de muestras de telas contract de Equipo DRT, la empresa en la que trabaja desde 2010 y gracias a la que había conocido a Markus. Ella, 33 años, miembro del departamento de exportación de la firma, especializada en telas de decoración textil. Él, de 39, diseñador de interiores con, entre manos, el proyecto de un nuevo hotel de cinco alturas y cincuenta habitaciones, dos restaurantes y un salón de conferencias y actividades varias en el barrio Labutteaux Cailles, en el distrito 13 de París.
Era el motivo que les volvía a reunir en la ciudad en la que se habían conocido meses atrás durante la feria de Maison&Objet. Entre telas, colores, ideas y conocimientos textiles compartidos. Como las sonrisas que les fascinaron mutuamente nada más despertarse en unos rostros que hablaban casi más que las telas de Equipo DRT y que acabaron en un sutil beso de despedida y un “estos diseños nos harán vernos de nuevo, muy pronto».
Habían hablado por WhatsApp la noche de antes de viajar y se habían citado en el restaurante Terminus Nord, en la concurrida Gare du Nord parisina. Compartir un ‘bullavese’ les permitiría entrar en calor antes de poner sobre la mesa el proyecto que les ocupaba. No querían distraerse. Los dos eran muy conscientes de la importancia del trabajo que podían compartir. “Después de la reunión, te invito a un café. O a dos. Mientras, máxima concentración. Me juego mucho”, le había dicho él. “No lo dudes. Mi profesionalidad y la de mi empresa van un paso por delante de cualquier complicidad”, le había contestado la joven, con una mueca de “aún no sabes con quién estás negociando”.
Pero lo supo enseguida. Up, Dedalo, Ceres, Orfeo… Las telas contract de la firma se fueron acumulando en una mesa de trabajo en la que no faltó una libreta, una pluma –él era estiloso hasta decir basta-, un teléfono móvil que calculó metros y medidas y, cuatro horas después de un trabajo tan intenso como provechoso, una reflexión. “Lo tengo. Lo veo… Y no me puede gustar más. ¿Sabes qué? Dame unos días… Vamos ahora a tomarnos ese café pendiente y mañana me siento en mi despacho y empiezo a repasar las telas, defino las combinaciones y en una semana cerramos el proyecto. Uhmmm, nos vemos en el hall de InteriHotel 2016. El 23 de noviembre. A las 10h. ¿Hecho?” La sonrisa y la ceja enarcada de ella dijeron sí.
Texto: Cristina Bea